(A la parte 4 - A la parte 6)
Una objeción
Vamos a exponer una objeción que podría hacerse a lo expuesto hasta el momento.
Hemos supuesto que Teseo (nombre que siempre daremos a quien intenta resolver el laberinto) no tiene ninguna percepción más allá del nodo en el que se encuentra parado. Esta percepción limitada sumada a la memoria de los nodos y los ejes que ya ha recorrido es toda la información que tiene Teseo en cualquier momento de su periplo.
Ahora bien, pensemos en laberintos virtuales, por ejemplo en el grafo resultante de un problema de movimientos de fichas. Es frecuente que quien resuelve esta clase de problemas pueda ver (como un ajedrecista) dos, tres o más jugadas por delante de la situación en que se encuentre. En ese caso, diría la objeción, la visión tan limitada que le hemos atribuido a Teseo no refleja la realidad.
La respuesta a la objeción es simple: así como le hemos atribuido a Teseo una visión limitada, con la misma facilidad podemos atribuirle una visión más amplia. Podemos suponer, por ejemplo, que Teseo ve todos los nodos a dos o tres (o la cantidad que se desee) pasos de distancia de aquél nodo en el que se encuentre. La visión que se le atribuya a Teseo, de hecho, puede hacerse depender de la situación real que el grafo esté modelando. El método que expondremos para medir la dificultad de un laberinto resiste perfectamente estas modificaciones.
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